Antonio
se sacudió la nieve de las botas golpeando los tacones con el
frío raíl. El invierno estaba siendo muy duro, pero a
pocos kilometros de Pajares eso era lo normal. El viento parecía
clavar ciento de agujas en su rostro. Encogió la cabeza entre
los hombros buscando algo de refugio en los raidos ropajes de
ferroviario. El mercancías de León hacía horas
que debería haber pasado, pero los retrasos eran habituales
en esa época del año.
- 1936 será un buen
año - pensó. Esperaba un nuevo destino como jefe de
estación. Además su mujer acababa de salir de cuentas
y en breve serían bendecidos con una criatura.
En
esos largos periodos de espera, en los que el frío y el
viento eran sus únicos compañeros, el joven
ferroviario imaginaba como sería el futuro de su familia. Su
salario era muy escaso, incluso en su próximo destino, y
Antonio fantaseaba pensando que el hijo próximo a nacer
llegase a ser abogado, médico o ¡ingeniero!. Pero era
realista, sabía que con su remuneración no podría
permitirse estudios para sus hijos. Volvió a sacudirse la
nieve y maldijo entre dientes. Haría todo lo posible para que
sus hijos no pasaran el frío que el pasaba a diario. Los
educaría para que trabajasen y prosperasen. Para que llegasen
lo mas lejos posible.
Entre la bruma se empezó a
distinguir la silueta del mercancías. Con el silvido del
viento Antonio no lo había escuchado llegar. Levantó
el farol y se preparó para la maniobra.
83 años después su hijo posee una fortuna de más de 60.000 millones de euros, ha generado miles de puestos de trabajo y es todo un referente empresarial. Y todo sin "padrino". Con el trabajo y el esfuerzo suyo y de su humilde familia.
Por mucho que zafios y envidiosos se empeñen no le debe nada a nadie, ya que nadie le ha regalado absolutamente nada. Y aún así se vuelca en una sociedad desagradecida y manipuladora.
Busdongo de Arbás (Lugar de nacimiento de Amancio Ortega)
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